Desobediencia Cibernética

Desde la declaración de la pandemia y las consecuentes cuarentenas declaradas por los estados se han legitimado rápidamente las medidas de control cibernético. Estas posibilidades tecnocráticas ya existían, estaban allí, esperando la oportunidad para ser puestas en marcha.

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imagen por librenauta

El autoritarismo en tiempos de la pandemia

Sobre el posible paso del Estado de Emergencia hacia una Economía del Control Social

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Nos encontramos en un momento en el que la vida cotidiana se ha visto afectada en diferentes aspectos, causando en la mayoría un ánimo de incertidumbre. Las alertas del mercado global anuncian la proximidad de una crisis económica que ya era esperada, mientras que la precariedad de los sistemas públicos de salud muestran la insoportable desigualdad económica con que en algunos países enfrentamos la enfermedad. Cada vez es más evidente que el peligro de esta pandemia depende de en qué clase social estamos.

Además de la amenaza a la salud que significa el virus, cada día aparecen también nuevas señales de otra amenaza, en este caso directamente política, ligada a las formas autoritarias de enfrentar la pandemia. En Hungría, la democracia liberal ha acabado y un nuevo régimen con enormes atribuciones presidenciales, sin parlamento ni elecciones, fue entregado a Víktor Orbán por tiempo indefinido. En Israel se han cerrado los tribunales y el gobierno autorizó a su agencia de seguridad para que vigile a todos los ciudadanos por medio de los datos recabados de sus dispositivos móviles. En China, donde empezó el contagio, se dan los casos más extremos de vigilancia: la ubicación de cada ciudadano es rastreada por medio de los datos de su teléfono y por el reconocimiento facial en las calles, además de las medidas policiales para fiscalizar y “ejercer” las normas de circulación pública.

Dadas las condiciones actuales de la pandemia y de la incertidumbre médica y política sobre cuánto se extenderán sus efectos, todo pareciera apuntar a que los Estados de Emergencia permitirán con mayor facilidad la proliferación de medidas autoritarias como las señaladas anteriormente. Autores como Byung-Chul Han y Yuval Noah Harari, anuncian ya que existe una gran posibilidad de que estas medidas autoritarias perduren en el tiempo, se extiendan por el planeta y reconfiguren el escenario político global. Si bien hay suficiente indicios para pensar lo mismo, la incertidumbre que queda entonces es sobre cuál va a ser el grado de la transformación política y cuán arraigada será esta transformación en la sociedad y en la historia. Podría tratarse de un aumento notorio del autoritarismo o una transformación estructural del capital. Del mismo modo, por muy radicales que fuesen las medidas, tal vez no lleguen a estar lo suficientemente arraigadas como para perdurar. Cualquiera sean las opciones, hay que considerar que, dada la rapidez de las decisiones y eventos en los que nos encontramos, toda conjetura podría quedar en una mera posibilidad nunca realizada, sin embargo es preferible estar alertas, sobre todo si la amenaza en camino pudiera ser mayor que un virus.

Ante esto, vemos la posibilidad de que la pandemia sea el detonante para el surgimiento visible de una nueva forma de dominación tecnocrática que sea incluso capaz de transformar la dominación y producción capitalista tal como la conocemos hasta ahora. Particularmente, entendemos tecnocracia como el poder ejercido a través de la administración de la sociedad por medio del control técnico, ya sea como argumento de “experticia” o como fuerza política.

De la crisis a la economía del control

El capitalismo entra en crisis estructuralmente, esa es una de sus características; del mismo modo, posee una enorme capacidad para superar las crisis y salir fortalecido. El COVID-19 podría ser una anécdota más en su historia, pero ciertamente le ha afectado por la situación en la que se encuentra. Como señala David Harvey, la dificultad ya existente en el mercado para encontrar la demanda suficiente para “justificar” el capital ficticio y la deuda, la paralización de los mercados orientados al consumo inmediato y la devaluación creciente de toda la mercancía debido a la incertidumbre sobre cuánto durarán las restricciones de emergencia, muestran un escenario extremadamente desfavorable para el capitalismo.

De permanecer una situación como esta, se requerirá mucho más que la “autorregulación del mercado” para salir de la crisis, lo que puede favorecer la adopción progresiva de las medidas de emergencia y de control extremo. China es un ejemplo de una economía que, a pesar de contar con todas las características del mercado capitalista, está hegemonizada por medidas de control y planificación central (o corporativa) que dejan fuera incluso la abstracta expresión de la “libertad de los agentes del mercado” para introducir el control directo sobre la vida de las personas como un factor esencial. El puntaje social en China no solo es una medida de administración policial, es también un factor de disciplinamiento de la fuerza laboral y una directriz sobre los hábitos de producción y consumo en el país. En una situación de emergencia prolongada, medidas de control de este tipo podrían ser requeridas si las empresas empiezan a forzar la actividad económica y, a la vez, un mayor disciplinamiento laboral. De esta manera, aquellas medidas autoritarias que vemos como reacción a la pandemia, podrían enraizar en la sociedad y perdurar por tiempo indefinido si logran traspasar la emergencia inmediata y se mantienen como medias de emergencia económica, particularmente si los mecanismos de vigilancia en China empiezan a tener mayor popularidad en la prensa y en la opinión política occidental.

Aun así, de extenderse las medidas de control del ámbito médico al económico, la inmediatez de la situación podría hacer que el aumento de las medidas autoritarias fueran pasajeras. Sin embargo, la pandemia podría estar acelerando el proceso de deriva totalitaria que ya se podía ver en el Estado y en el propio mercado. La oleada de incorporación de leyes antiterroristas y medidas de excepción dentro de los Estados de Derecho en tiempos “normales” que hemos visto en las últimas décadas1, da cuenta de un prolongado proceso político reaccionario que revela la incomodidad del capitalismo actual frente a las libertades y derechos que los propios liberales inventaron y usaban como argumento de los supuestos valores del capitalismo; valores que podrían estar dispuestos a desechar.

En términos económicos, el corporativismo, como el fenómeno de grandes concentraciones de capital en empresas multinacionales, ha creado enormes instituciones, principalmente las corporaciones ligadas al desarrollo tecnológico, con una capacidad equivalente a Estados multinacionales. Google, Facebook, Apple, entre otras, tienen la capacidad productiva y la influencia directa en las personas suficientes como para ser actores políticos decisivos en el actual escenario global. Si los algoritmos de estas corporaciones llegan a tener la atribución de decidir sobre qué libertades o derechos debe restringirse a una persona, decisión que pueden justificar con el argumento de que tienen los datos para saber la “realidad” de cada persona, estaremos en la antesala de una forma de dominación tecnocrática. El modelo de control aplicado en China no depende, en su esencia, del rol del Estado, sino de que los factores del poder tecnocrático tengan la capacidad y legitimidad suficiente para poder incidir en la sociedad, la política y la economía; un mercado autoritario o un capitalismo tecnocrático es posible2.

La lucha que nos espera

El poder tecnocrático consistiría en la movilización coordinada de las instituciones de la sociedad –-mercado, estado, familia, etc-– para mantener el orden y el control como principio esencial de los aspectos de la vida: política, cultura, biología. Aquello que podíamos intuir como control social en la vigilancia masiva y en el poder de influencia de los monopolios, pasaría a formar parte de la política pública. Ante la amenaza de una emergencia permanente, o el temor de que la inestabilidad pueda convertirse en una emergencia; el orden, la vigilancia y el control pasarían a ser los lemas de una nueva forma de dominación y, también, los nuevos valores públicos.

Debemos tener cuidado con los discursos que, en nombre del beneficio de toda la humanidad, hagan de estos elementos de control el motivo central de la vida social, imponiéndose con la pretensión de que no hay más alternativas que discutir. Del mismo modo, las grandes soluciones tecnológicas, por muy “abiertas” y colaborativas que se declaren, si son administradas por corporaciones, siempre son un peligro para la autonomía de las comunidades ya que le entregan un poder inmenso las instituciones sobre las cuales no tenemos ninguna capacidad de decisión.

Esta nueva forma de dominación no solo es una amenaza por su capacidad, sino que también lo es porque bajo su argumento de la correcta administración de los recursos sociales, económicos y tecnológicos, podría ser percibida como una política progresista más. Sin embargo, el contenido autoritario de este poder no está necesariamente declarado en su discurso, sino que se encuentra en su capacidad de obtener control directo sobre todos los aspectos de la sociedad. Quienes estamos en la lucha anticapitalista radical, debemos ser capaces de ver a la tecnocracia en los mismos términos de una clase social dominante a la que enfrentar3. Es momento de también ser antitecnocráticos.

La pandemia nos ha causado un daño evidente, directamente a la salud o por medio de la amenaza cada vez más real de un período extenso de precarización de la vida. Debemos enfrentarla y fortalecer los lazos comunitarios y políticos, sin dejar de perder de vista la capacidad del capitalismo y de los tecnócratas para tomar la iniciativa y aprovechar la emergencia para impulsar una nueva forma de dominación.

En este sentido, es urgente dar la reflexión y discusión crítica en torno al origen de esta pandemia que, como todas en la historia, guarda una profunda relación con la industria alimenticia animal4, debemos poner en duda el actual modo de producción de alimentos, su lógica capitalista y su amenaza permanente para nuestro futuro. Por otro lado, hoy más que nunca, debemos esclarecer nuestros horizontes políticos a largo plazo pensando en qué modelo de sociedad queremos vivir y qué estrategias políticas necesitamos para conseguirlo. Necesitamos esta reflexión no solo para poder presentar alternativas viables y globales a la producción saludable de alimentos, sino también porque el poder burocrático puede validarse como representante de los intereses de toda la humanidad por medio de la seguridad, la salud y el orden. Saber oponernos a las medidas de control social y diferenciarnos de sus propuestas dependerá de la claridad de nuestro horizonte estratégico. Finalmente, debemos seguir construyendo una organización con objetivos radicales que sea capaz de enfrentar los desafíos. La experiencia de la revuelta chilena de los últimos meses muestra que incluso en un panorama político opresivo y enajenante como el de Chile previo a las protestas, es posible un levantamiento masivo contra todo pronóstico, por lo que siempre es posible una sublevación.

En la historia hemos experimentado muchas pandemias y superaremos esta; a la dominación que está por venir, si estamos organizados y tenemos claros nuestros objetivos, también.

  1. En Chile el 2019, por ejemplo, fue aprobado una “vía rápida” dentro del Código Procesal Penal que permite a las policías y al poder jurídico atribuir rápidamente como terrorismo investigaciones penales sin tener que pasar por el procedimiento regular para definir un acción terrorista. En varios países del mundo pueden encontrarse casos similares, originalmente motivadas por el ejemplo del “Ley Patriota” en Estados Unidos desde el 2001.

  2. El economista John Kennet Galbraith ya a fines de los 60’ describió los procesos de monopolio y burocratización de las grandes corporaciones y cómo, además de los efectos económicos del monopolio, conllevaban el surgimiento de un poder político corporativo.

  3. Carlos Pérez Soto ha formulado la idea de una nueva clase social dominante, la Burocracia, que por medio de la gestión del conocimiento o “saber” sobre las nuevas tecnologías de la producción, es capaz de disputar la hegemonía social y económica a los capitalistas.

  4. Un análisis detallado y documentado sobre el desarrollo histórico de las epidemias y su relación con la producción de alimentos, y particular la ganadería, se puede encontrar en el capítulo “El regalo mortal del ganado” en Armas, gérmenes y acero (1997), de Jared Diamond.